Tras un enero seco y un febrero revuelto, nos juntamos Vicente, Niki, Vicente (Sento) y yo (Carlos) para una nueva visita a Ordesa. El sábado a eso de las 11:00 ya estábamos almorzando en el bar Mondarruego en Torla (salimos satisfechos), y aproximadamente a la una ya estábamos en marcha.

Ordesa tan bonito como siempre, y lo que es más, ¡bastante tranquilo! Decididamente en invierno tiene mucho más encanto en ese sentido. Daban bastantes nubes e incluso algo de nieve para la tarde, pero se equivocaron bastante, y cuando llegamos al circo de Soaso aún estaba bastante despejado y se veían las cimas del Perdido y del Soum de Ramond, que por cierto tenemos pendiente todos en el grupo.


Pensábamos que iba a haber bastante nieve en el valle, pero no era así, y de hecho en Soaso no había nada al ser el valle allí mucho más abierto y recibir más el sol. Nos encaramamos a las clavijas sin contratiempos, y empezamos el arreón final a Góriz, ahora ya sí con cada vez más nieve, pero como había huella ni necesitamos ponernos las polainas. 

Creo que no hace falta decir qué famosa cascada es ésta...

Las clavijas de Soaso, donde siempre. Fáciles, pero no hay que despistarse porque hay patio

Tras unas 5 horas andando llegamos al refugio a tiempo para la cena, que fue abundante y sabrosa, aunque pensamos que el cocinero está peleado con la sal, jaja.

El refugio está ampliado desde no hace mucho, y aunque no dormí allí antes, la entrada y las salas comunes han mejorado bastante. Las habitaciones con literas y baño están muy bien, aunque a falta de instalar las taquillas en la entrada (en abril), no queda mucho espacio con tanta mochila. Los guardas fueron muy cordiales y daba gusto hablar con ellos; es posible que ahora en invierno somos menos peña, y no van tan estresados.

Al día siguiente desayunamos a las 6:30, y nos pusimos rápidamente en marcha. El día había salido fresco y despejado, aunque no tardaron mucho en hacer su aparición las típicas nubes que se enganchan a las cumbres más altas. En Góriz había 1,20 metros de nieve, y a medida que subíamos se veía la cantidad que había, y el paisaje era espectacular. Más o menos a 2.800 metros nos metimos en las nubes, y cuando llegamos al lago helado no se veía un carajo, pero por suerte, a medida que subíamos por la Escupidera se hacía más y más claro, hasta que un poco antes de llegar a la antecima atravesamos las nubes, ¡¡bien!!

Nada más salir del refu, a estas horas aún se veían en la lejanía el Taillón y el Casco







Llegando al final de la Escupidera, el cielo se abre

    La Escupidera mirando hacia abajo. La nieve no estaba dura, así que no era fácil deslizarse, pero mejor no probar, siendo uno de los puntos negros del Pirineo

Llegando a la cima, impresionante el Cilindro

Llegamos a la cima tras 4 horas y cuarto de ascensión, y nos deleitamos un buen rato con las vistas. El vértice geodésico estaba oculto bajo la nieve, y la cima tenía un ambiente muy alpino comparada con cómo está en el verano. Había muchas montañas tapadas bajo las nubes, pero visibles eran el Cilindro, y a lo lejos la zona de la Munia y el Vignemale. Hacía muy buena temperatura y poco viento, por lo que nos tiramos 45 minutos allá arriba.

Arriba se estaba genial



El grupo, al completo

La bajada la hicimos de nuevo entre las nubes, y a ratos yo diría que había menos de 50 metros de visibilidad. Una vez de vuelta en el lago helado (por cierto totalmente oculto bajo la nieve), Sento y Niki se bajaron hacia el refugio al estar ya cansados, y Vicente y yo fuimos a subir al Cilindro. Con tanta niebla al principio no encontrábamos ni la pala inicial, pero con la ayuda del gps lo conseguimos, y empezamos la penosa subida hasta la chimenea. Esta pala tiene una inclinación similar a la del Perdido (unos 40 grados), y en ella hay un sitio donde también hay que extremar las precauciones, estando prohibido resbalar, pero en su mayor parte es más segura.

La pala hacia el Cilindro, muy empinada

La chimenea tenía un poco de nieve y hielo que evitamos, y tras ella atravesamos la zona de bloques que en verano no tiene ninguna dificultad, pero ahora con nieve daba yuyu en algún paso. Pero sin problemas llegamos a la cima, en la cual esta vez no tuvimos la suerte del Perdido, y no vimos nada (bueno, la cima del Perdido durante escasos segundos). Habían pasado un poco menos de 3 horas desde que habíamos coronado el Perdido.

Preparando para la vuelta el rápel de 20 metros

En la cima del Cilindro, hacía sol porque casi rebasábamos el mar de nubes, pero no se veían las montañas circundantes. El Perdido lo vimos durante sólo unos instantes

Volvimos sobre nuestros pasos, rapelamos la chimenea, subimos al tercer tresmil del día, el Pitón SW, que no es más que un montículo al lado del collado, y nos bajamos al refugio, al que llegamos a tiempo para una ducha rápida y la cena, tras 11 horas de pateo.

Vicente rapelando la chimenea. Al subir nos veíamos bien, al bajar, ni un pimiento

Con la nubosidad existente y tanta nieve, los paisajes eran mágicos


Al final del día había nubes amenazantes, pero no cayó nada

Al día siguiente nos levantamos también pronto, y disfrutamos la bajada a la pradera, con una nieve dura al principio por la que se bajaba con los crampones que era una gozada. Como era lunes, no nos encontramos con casi nadie hasta casi llegar al aparcamiento. Nos costó 3 horas y media bajar. Después coche, y a celebrar el éxito en un restaurante en Cariñena.

Hasta la próxima, Góriz. Que será en invernal también, porque en verano no cabe ni un alfiler





Las gradas de Soaso

Personalmente no había estado nunca en invierno en Ordesa, y la experiencia fue inolvidable. Para repetir, podría volver hoy mismo (ahí lo dejo para quien aún tenga pendiente el Perdido, jiji). ¡Hasta la próxima!